viernes, 30 de diciembre de 2011

De las tizas que manchan a los mágicos rotuladores invisibles




 

La pizarra digital interactiva (PDi) se ha convertido en una herramienta fundamental para la enseñanza de idiomas. Si bien es cierto que su uso se extiende cada vez más en el ámbito general de la didáctica, en lo que respecta a la enseñanza de lenguas, constituye un avance central para el aprendizaje que, en mi opinión, favorece tanto al profesor como al estudiante. Aquí tenéis un vídeo explicativo básico:



En nuestra sociedad concedemos una importancia esencial al desarrollo tecnológico y vivir de espaldas a las posibilidades de la tecnología supone, indudablemente, una pérdida de oportunidades. Esto no quiere decir que todo profesor deba formarse para la utilización de una pizarra digital ni que debamos revolucionar el sistema de enseñanza de un día para otro. Considero que la PDi debe ser, al menos en esta época de iniciación, una aventura por la que cada profesor debe optar, siempre que se esté convencido de sus posibilidades.

Imponer la utilización de esta herramienta a un profesor que no se siente cómodo con ella porque toda su vida ha desarrollado su trabajo de otra manera y no se ve capaz de aprovecharla en el aula, supondría la frustración y la desmotivación de muchos profesionales. Ahora bien, indudablemente, las nuevas generaciones de profesores deberán no solo conocer la existencia de este tipo de pizarras, sino manejarlas a la perfección, dominando su técnica (más compleja de lo que parece) y sus posibilidades. Confío plenamente en una nueva manera de enseñar, mucho más dinámica, favorecedora de las actividades colaborativas en clase. Para que veáis hasta qué punto puede ser innovadora esta herramienta, mirad este vídeo, sobre todo a partir del minuto 2:00:



La pizarra digital en la enseñanza de idiomas me parece una herramienta de infinito potencial. Eso sí, para que su utilización implemente las posibilidades didácticas hay que manejarla con fluidez e imaginación, sin que suponga un retardo en ningún aspecto de nuestras clases. Evidentemente, tendremos que aprender poco a poco a que esto sea así, incorporando la PDi como elemento básico de nuestra clase, y la única manera de aprender es practicando.

La primera vez que me ofrecieron una sesión de formación en PDi no imaginé las inmensas posibilidades de esta herramienta, sobre todo para mí, como profesional en didáctica de español como lengua extranjera en Francia. A pesar de que la primera vez que la utilicé, los alumnos franceses, tan acostumbrados a la enseñanza tradicional, mostraron cierto rechazo, la curiosidad y el interés superaron cualquier resistencia. Eso ocurrió con estudiantes adultos, por lo que supongo que las posibilidades de motivación ante niños o adolescentes son todavía mayores.

El aspecto principal de la PDi en mis clases fue que permitió enriquecer las prácticas de aprendizaje cualitativa y cuantitativamente. Mejoró desde la corrección de los deberes hasta la visualización de cualquier tipo de documento audiovisual, algo fundamental en la enseñanza de lenguas. Asimismo, la posibilidad de visualizar el libro de texto en pantalla grande, añadiendo anotaciones, gráficos, colores o incluso dibujos en movimiento, mejoraron cualitativamente mis explicaciones.

Para mí, el dibujo es un instrumento básico en clase, tanto para explicar un contraste sobre el aspecto perfectivo/imperfectivo en español como para traducir una palabra básica de vocabulario:


Obviamente, se dibuja igual en una pizarra de tiza, pero la posibilidad que ofrece la PDi de utilizar colores, la herramienta del reconocimiento de formas, el hecho de mover los dibujos distribuyéndolos por las diferentes partes de la pizarra para que todo quede más ordenado, me pareció otro universo didáctico. Para mí, es la suma de todos los beneficios de una pizarra tradicional más lo que ofrece un ordenador.

En este sentido, en el aula de idiomas necesitamos constantemente referencias culturales, imágenes (sobre todo para el vocabulario), ejemplos de audio, de vídeo, una canción, la fotografía de un personaje famoso, una retransmisión en directo de la cabalgata de Reyes... Parece imposible que podamos disponer de todas esas posibilidades al instante en nuestra clase de idiomas. Por ejemplo, ante preguntas no previstas o explicaciones complejas, o para evitar una explicación demasiado farragosa sobre un término, las posibilidades de utilizar la PDi me parecen magníficas. Es cierto que para que esto sea así, hay que ser un “experto” en su uso, esto es, la PDi exige una formación intensa y una gran motivación por parte del profesor, que debe creer en ella como instrumento didáctico. Si no, solo traerá problemas al aula y ralentizará el proceso de aprendizaje.

También es importante señalar la importancia del sistema técnico de la PDi. Para que esta herramienta sea de interés, el centro de enseñanza debe hacer una inversión económica muy costosa. Si queremos utilizar la pizarra como elemento central, no podemos utilizar un proyector que solo funcione con luces apagadas. También deberemos evitar la proyección de la sombra de quien escribe, con sistemas de retroproyección, por ejemplo.


Tampoco me parece buena idea utilizar PDi portátiles, es decir, que cada profesor cargue con una pizarra o coloque el proyector de maneras diferentes en la clase. Creo que un equipo técnico profesional debería diseñar cada sala, teniendo en cuenta el tipo de alumnos, el número de asistentes, las características de la clase que se va impartir, etc. El profesor no puede llegar a clase cada día y encontrarse con que alguien ha movido el proyector o que la pantalla no está donde corresponde. Bastante tiene con dominar la técnica y las posibilidades de la PDi.

Si se ofrecen las condiciones adecuadas, el profesor utilizará esta herramienta como verdadero apoyo didáctico. La PDi se convierte entonces en un instrumento que aumenta la participación, las tareas colaborativas, la integración de un sistema único integrado en el aula, que no está formado por pizarra + subrayadores + televisión + ordenador + vídeo, etc. TODO se resume a una única herramienta, fácil de utilizar (al menos, en lo que se refiere al usuario básico) y que permite acciones tan inverosímiles como llegar a imprimir una explicación de clase o corregir con el dedo sobre la pizarra una expresión escrita elaborada por un alumno en su casa.

Por todo ello, y a pesar de que son muchos los profesores que no terminan de acostumbrarse a estas pizarras, considero que en esta herramienta está el futuro de la didáctica de lenguas, eso sí, siempre que se dote de una calidad técnica al equipo que hoy en día es aún demasiado costosa para la mayoría de centros de enseñanza.